
El turismo en la encrucijada: de las protestas a la regeneración local
Sandra Howard T.
Las imágenes de protestas de residentes en Ciudad de México contra el turismo masivo, la polémica en torno a la boda de Jeff Bezos en una Venecia asfixiada por el exceso de turistas, o las crecientes voces de descontento en destinos de España, son más que titulares. Son la señal inequívoca de que el turismo, esa poderosa fuerza de prosperidad y conexión, se encuentra en una encrucijada global.
En su reciente Inside Report de julio de 2025, el Foro Económico Mundial (WEF) lo confirma: el sector de viajes y turismo está proyectado para contribuir con $16 billones de dólares al PIB global para 2034, equivalente a más del 11% del total, aportando más de 30 mil millones de visitas (domésticas e internacionales).
Una cifra astronómica que, si bien promete un crecimiento económico sin precedentes, también nos obliga a mirarnos al espejo y cuestionar: ¿a qué costo? ¿Estamos realmente construyendo el turismo que nuestros pueblos necesitan y merecen?
En Latinoamérica, esta reflexión es aún más urgente. Nuestros destinos, ricos en cultura, naturaleza y resiliencia, a menudo se desarrollan bajo la presión de modelos que priorizan la cantidad sobre la calidad; la infraestructura masiva, sobre la autenticidad local, y el beneficio económico inmediato, sobre la sostenibilidad a largo plazo.
El reporte del WEF identifica claramente los motores de crecimiento (perfiles de viajeros en evolución, segmentos en auge, avances tecnológicos) pero, crucialmente, también los puntos de tensión que no podemos ignorar. Y es aquí donde reside nuestra gran oportunidad.


Los riesgos que debemos evitar (y transformar):
Fricción entre visitantes y residentes: más allá de las protestas, es el clamor de comunidades que sienten que el turismo les quita más de lo que les da. La solución no es detener el turismo, sino fomentar el beneficio mutuo y el entendimiento, integrando a los locales como anfitriones y beneficiarios directos, no solo como proveedores de servicios. Si nuestras ciudades y pueblos no empiezan a incluir la población flotante en sus procesos de planificación, estamos dejando pasar una oportunidad vital, y sazonando un caldo muy peligroso.
Presión creciente sobre la naturaleza: la belleza natural es nuestro mayor activo, pero el crecimiento descontrolado la amenaza. El compromiso con prácticas regenerativas es la única vía ¿Cómo podemos asegurar que cada visita deje nuestro ecosistema mejor de como lo encontramos? Reducir el consumo de materiales desechables, bajar la demanda de agua y energía y tomar decisiones más concientes para reducir la huella de carbono es un comienzo que hace la diferencia, en todas las escalas del negocio.
Crisis de mano de obra y habilidades: la falta de personal cualificado y la alta rotación afectan la calidad del servicio. Es imperativo cerrar las brechas de fuerza laboral, invirtiendo en capacitación y dignificando el trabajo en el sector. Acercar las generaciones que interactúan y aportan de distinta manera en el entorno laboral del turismo es una oportunidad de entender esta industria de servicios y apreciar su contribución a la sociedad diversa y cambiante.
Desde el trabajo con @tribocol hemos visto cómo la manera de atraer talento al sector y capacitarlos debe cambiar y esa es una tarea pendiente para la academia y organizaciones empresariales. Nosotros hemos asumido ese reto como un pilar base de nuestra empresa.


Capacidad local insuficiente: nuestros pequeños y medianos emprendedores, el corazón de la autenticidad de nuestros destinos, a menudo carecen de apoyo. Les sobran ganas pero les faltan medios para desarrollar experiencias significativas. Respaldar a las PYMES – que son el 80% del sector- y comunidades locales es clave para un crecimiento inclusivo y descentralizado.
Infraestructura y requerimientos de inversión: necesitamos infraestructura. Sí, especialmente cuando vemos como crecen los números de llegadas; pero que sea sostenible, planificada y que responda a las necesidades reales del destino, no solo a la demanda turística. Aquí es donde siempre recomiendo aplicar “si es bueno para el residente, será bueno para el visitante”, mas no aplica necesariamente al revés. Bienvenida la necesaria inversión sin perder de vista las concesiones que hacemos a cambio.
Dinámicas culturales y patrimoniales: la autenticidad cultural es un imán para el viajero. Debemos revitalizar nuestro patrimonio único, asegurando que el turismo lo celebre y preserve, no lo diluya o comercialice de forma superficial. Y peor aún para mi gusto: que comunidades locales terminen adoptando comportamientos de los visitantes por encima de los propios.
El camino adelante: resiliencia y optimismo con acción colaborativa
El futuro del turismo no puede ser una repetición de los errores del pasado. No se trata de frenar el crecimiento, sino de redefinir cómo crecemos. La visión del WEF es clara: el turismo debe evolucionar más allá de ser una fuerza de prosperidad económica para convertirse en un catalizador de resiliencia global, entendimiento cultural, regeneración ambiental y prosperidad inclusiva.
Esto exige una colaboración holística: gobiernos estableciendo marcos habilitantes, líderes de la industria transformando modelos operativos, y la sociedad civil, la academia y las comunidades haciendo contribuciones distintivas y definitivas.
En Colombia y en toda Latinoamérica, tenemos la oportunidad de ser aventajados en este nuevo paradigma. Nuestra resiliencia, diversidad y espíritu emprendedor, sumado a destinos aún prácticamente desconocidos, son la base para construir un turismo que no solo atraiga visitas, sino que transforme vidas y regenere territorios.
Es el momento de pensar críticamente, pero actuar con optimismo y determinación. Nuestros destinos lo necesitan, nuestros residentes lo merecen y el planeta nos lo exige.

¿Cómo podemos, desde nuestros roles, impulsar esta transformación? Te invito a unirte a la conversación. Déjame saber cuáles de los puntos de tensión o riesgos consideras más urgente de abordar y lo que propones al respecto.